Se Nos Fue Max

Fundador de Inti-Illimani, Max Berrú fue el integrante distinto de dicha agrupación. Sin caer en el academicismo o la ideologización, fue quien vivía la música de manera más espontánea. Nunca brilló como instrumentista, o nunca tuvo el espacio para hacerlo, pero su voz inconfundible y su estampa de "personaje de novela del boom latinoamericano", como lo definió Horacio Salinas, lo destacó del resto.
Su influencia en el grupo fue decisiva, al interesarlo en la música del Ecuador. Sin él no habrían adoptado instrumentos como el rondador ni ritmos como el sanjuanito, no cultivados por otros músicos de la Nueva Canción Chilena. Y, a su vez, no habrían inspirado el tema "Bailando, bailando", que fue bastante innovador para la época al introducir el saxo en el grupo, que luego sería adoptado por varias agrupaciones de la misma corriente.
Decíamos que la aproximación a la música de Max era más bien espontánea pues venía de un pequeño pueblo del sur de Ecuador, y creció entre rancheras, pasillos, corridos y albazos. Quiso ser futbolista en la LDU y llegó a Chile para ver el mundial de 1962. Se terminó quedando casi por casualidad, y sin proponérselo terminó integrando uno de los grandes grupos de la música chilena. Pero mientras unos venían de la militancia y el compromiso y otros de la academia, él vivió la música de manera más natural. De hecho, su voz destacó más en temas de raíz folclórica (recordemos sus partes solistas en "La Petenera", el delicado "Dolencias" o el gustito personal que fue "Ella") que en otros más solemnes y politizados.
Leí por ahí, no recuerdo quién lo escribió, que Max fue el Ringo Starr del grupo. Su simpatía y carácter liviano lo hicieron mantenerse por mucho tiempo al margen del serio conflicto que terminó fracturando a Inti-Illimani, e incluso tengo entendido que fue interlocutor entre las partes en disputa. Solo al final terminó tomando partido, pero prosiguió su carrera como solista, interpretando los temas que siempre sintió más, aquellos más populares y arraigados.


Aclaro que solo vi a Max una vez, a fines de 1988, y solo tuve tiempo de pedirle un autógrafo que me entregó amablemente (lo conservé y acá lo incluyo). No lo conocí personalmente ni a ninguno de los Inti, así que todo lo escrito aquí son opiniones personales y quizá erradas por la distancia.
Ahora no nos queda más que escuchar las muchas grabaciones que nos dejó y seguir su gran lección: Que uno es la música que siente.

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