AMAMOSAMÓN
Debo reconocerlo. Tras una resistencia de varios meses, me rindo. Yo, que crecí en las trincheras musicales de la dictadura y que renegaba de toda música que no fuera política-conciente-revolucionaria, que miraba con desdén la música de las grandes disqueras, me rindo. Yo, el pre-hípster que en los ochenta buscaba casetes piratas de grupos densos que nadie conocía pero me encantaban precisamente por su densidad musical. El que pone atención al escuchar música docta y se fija en las voces y entradas de los instrumentos, el que distingue un buen solo en un grupo de jazz, yo, ese mismo. Yo, el duro intransigente, que escuchaba World Music antes que se llamara World Music y que supo ser un buen ejecutante de instrumentos andinos, levanta la bandera blanca junto a la wiphala (que no se arriará jamás frente al enemigo). Debo decir que sí, me gusta Mon Laferte.
La escuché distraído hace un par de años y me llamó la atención, por sus letras no tan típicamente mamonas como se espera de la música romántica popular y me demoré algunos días en darme cuenta que ella era Montserrat Bustamante, la chica tan guapa de Rojo, que me caía bien porque nunca estaba entre los ganadores siendo que ya insinuaba que lo suyo era un talento distinto.
De su etapa Mon (aún no escucho su etapa rockera) me cautivó su estilo, esta Bjork latina pero donde también resuena mucho de Cecilia (La Incomparable) y no solo en su canto que oscila desde la ternura más dulce al desgarro al borde del grito, si no en muchas de sus canciones donde se percibe la boite de puerto, las ampolletitas de colores de 45 watts, el humo de los parroquianos fumadores o incluso las chicas y los clientes de las casas de señoritas capturadas por el lente magistral de Sergio Larraín en el Valparaíso de los sesenta. Lo que honra sus raíces pues Mon es de la zona. Y no las sigue renegando pues la foto de su disco "Norma" utiliza un código típicamente chileno, que pocos entenderían fuera del país: Ella cortando una cebolla.
Otra aspecto que me cayó bien en ella fue que, si bien la mayoría de sus canciones son de amor, en algunas plantea opiniones más personales que muchos artistas rehúyen por polémicos, como "No te Fumes mi Marihuana", "Él" o "Un Alma en Pena", o la bella línea de "El Mambo":
"Esto me huele a macho
cocinao en juguito'e facho".
Esto también se ha visto reflejado en entrevistas y opiniones en redes sociales que, en general le han traído más alabanzas que críticas (Nota: Esta columna fue escrita antes del Estallido Social del 18 de octubre de 2019).
¿Cuál es mi miedo? Esperemos que siga en su estilo y no se tiente (o se vea obligada) con suavizar sus temáticas o a compartir escenario con algunos cantantes insulsos pero que son del gusto de las disqueras, en busca de mayores réditos. En algún momento Patricio Manns se declaró interesado en entregarle algún bolero, además de haber grabado con músicos no tan livianitos, como Manuel García e Inti-Illimani. Que no abandone el gesto (en el sentido de la postura del artista ante la vida), la flor en el pelo y ese aire chileno urbano tan tradicional pero también tan moderno, una Frida del sur, o una Palmenia del siglo XXI.
Por mientras, este viejo exmúsico, melómano y abanderado insobornable de la buena música sigue haciéndose chiquito al escucharla (como diría Georges Brassens).
Amamos a Mon.
La escuché distraído hace un par de años y me llamó la atención, por sus letras no tan típicamente mamonas como se espera de la música romántica popular y me demoré algunos días en darme cuenta que ella era Montserrat Bustamante, la chica tan guapa de Rojo, que me caía bien porque nunca estaba entre los ganadores siendo que ya insinuaba que lo suyo era un talento distinto.
De su etapa Mon (aún no escucho su etapa rockera) me cautivó su estilo, esta Bjork latina pero donde también resuena mucho de Cecilia (La Incomparable) y no solo en su canto que oscila desde la ternura más dulce al desgarro al borde del grito, si no en muchas de sus canciones donde se percibe la boite de puerto, las ampolletitas de colores de 45 watts, el humo de los parroquianos fumadores o incluso las chicas y los clientes de las casas de señoritas capturadas por el lente magistral de Sergio Larraín en el Valparaíso de los sesenta. Lo que honra sus raíces pues Mon es de la zona. Y no las sigue renegando pues la foto de su disco "Norma" utiliza un código típicamente chileno, que pocos entenderían fuera del país: Ella cortando una cebolla.
Otra aspecto que me cayó bien en ella fue que, si bien la mayoría de sus canciones son de amor, en algunas plantea opiniones más personales que muchos artistas rehúyen por polémicos, como "No te Fumes mi Marihuana", "Él" o "Un Alma en Pena", o la bella línea de "El Mambo":
"Esto me huele a macho
cocinao en juguito'e facho".
Esto también se ha visto reflejado en entrevistas y opiniones en redes sociales que, en general le han traído más alabanzas que críticas (Nota: Esta columna fue escrita antes del Estallido Social del 18 de octubre de 2019).
¿Cuál es mi miedo? Esperemos que siga en su estilo y no se tiente (o se vea obligada) con suavizar sus temáticas o a compartir escenario con algunos cantantes insulsos pero que son del gusto de las disqueras, en busca de mayores réditos. En algún momento Patricio Manns se declaró interesado en entregarle algún bolero, además de haber grabado con músicos no tan livianitos, como Manuel García e Inti-Illimani. Que no abandone el gesto (en el sentido de la postura del artista ante la vida), la flor en el pelo y ese aire chileno urbano tan tradicional pero también tan moderno, una Frida del sur, o una Palmenia del siglo XXI.
Por mientras, este viejo exmúsico, melómano y abanderado insobornable de la buena música sigue haciéndose chiquito al escucharla (como diría Georges Brassens).
Amamos a Mon.
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