Ocupación
Los primeros casos fueron tomados como una casualidad simpática; algunas apariciones fugaces en reuniones informales por internet, obligadas por la cuarentena. Luego ocurrieron en encuentros de directores y ejecutivos, siempre recibidos con risas.
Más adelante llamaron la atención en debates políticos, intervenciones en discursos de parlamentarios y autoridades. Para esos días ya era frecuente verlos en las pantallas de la gente común, muchas veces alentados por sus dueños. Aunque sabemos que ellos no tienen dueños. Somos nosotros somos propiedad de ellos.
Ya eran apariciones simultáneas, primeros planos de sus colas, su costado o su trasero, se veían varios de ellos en el mosaico de pantallas de los computadores. Algunas veces podíamos ver sus rostros con bigotes mirando con atención.
Finalmente, fue una costumbre. Era raro no verlos cada vez que se iniciaba una reunión, si no aparecían, no faltaba quien preguntaba, o incluso quien ya sentía una leve angustia al notar la falta de ese pelaje, esa mirada atenta, ese apretar desordenado de teclas.
No nos dimos cuenta. Ocuparon todas las pantallas, ya nadie más se vio, no supimos más uno del otro. Ellos tomaron nuestro puesto, conversando sin hablar, manteniendo esa comunicación misteriosa, indiferente y elegante que tienen los gatos.
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